Contar con abogados en las gestiones relacionadas con herencias es una práctica habitual debido a la complejidad legal, emocional y patrimonial que suele acompañar a este tipo de procesos. La transmisión de bienes tras el fallecimiento de una persona no solo implica un cambio de titularidad, sino también una serie de trámites legales y fiscales que pueden resultar difíciles de manejar para quienes no tienen experiencia en el ámbito jurídico. La intervención de un abogado proporciona claridad, seguridad y orientación en un momento que, además de complicado desde el punto de vista administrativo, suele estar marcado por la carga emocional de la pérdida.
Una de las razones principales por las que se recurre a un abogado en estos casos es la necesidad de interpretar correctamente el testamento, si lo hay, o de iniciar el procedimiento de declaración de herederos cuando no existe disposición testamentaria. El lenguaje legal puede ser ambiguo o difícil de entender para los legatarios, y un abogado está capacitado para explicar el contenido del testamento, determinar los derechos de cada heredero y verificar que la voluntad del fallecido se respete de acuerdo con la ley. Además, puede detectar cláusulas problemáticas o contradicciones que requieran un análisis jurídico detallado para evitar conflictos futuros.
Otro aspecto fundamental es la tramitación de la aceptación de la herencia, un paso que no siempre resulta automático ni sencillo. En muchos casos, la herencia incluye tanto activos como pasivos, es decir, bienes, dinero y propiedades, pero también deudas. Un abogado puede ayudar a evaluar con precisión la situación económica del caudal hereditario y asesorar sobre si conviene aceptar la herencia, repudiarla o hacerlo a beneficio de inventario, una opción que permite proteger el patrimonio personal del heredero frente a posibles deudas del fallecido. Sin un buen conocimiento de las implicaciones legales, aceptar una herencia puede convertirse en una carga económica imprevista.
Además, la gestión de herencias suele implicar el pago de impuestos, especialmente el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones, que varía según la comunidad autónoma en la que se tribute. Este impuesto puede suponer un gasto significativo, y su cálculo depende de múltiples factores: el valor de los bienes heredados, el grado de parentesco, las bonificaciones aplicables, entre otros. Un abogado especializado puede orientar sobre cómo presentar la declaración ante Hacienda, qué plazos hay que cumplir, cómo evitar recargos o sanciones, e incluso sugerir estrategias legales para optimizar la carga fiscal dentro del marco legal vigente.
La intervención de un abogado también resulta crucial cuando hay conflictos entre herederos, situación que, tal y como nos cuentan en Abogados Santander, lamentablemente es más frecuente de lo que nos imaginamos. Las disputas pueden surgir por desacuerdos en el reparto de bienes, impugnaciones de testamentos, sospechas de manipulación o incapacitación del testador, entre otros motivos. En estos casos, el abogado actúa como mediador o, si es necesario, como representante legal en procedimientos judiciales. Su papel es garantizar que se respeten los derechos de su cliente y que cualquier reparto se haga conforme a la ley y con equidad.
Finalmente, muchas personas optan por contar con un abogado simplemente por la tranquilidad que aporta delegar en un profesional todo el proceso, desde la recopilación de documentos hasta la inscripción de los bienes en el Registro de la Propiedad. Este acompañamiento permite a los herederos centrarse en el duelo y en la organización personal posterior a la pérdida, sin tener que enfrentarse solos a una burocracia que a menudo resulta abrumadora.
¿Cómo se especializan los abogados en Derecho Civil?
La especialización de los abogados en Derecho Civil se da a través de un proceso que combina formación académica, experiencia práctica y, en muchos casos, la realización de estudios de posgrado. Tras obtener el grado en Derecho, los futuros abogados deben cursar el Máster de Acceso a la Abogacía, obligatorio en países como España para poder colegiarse y ejercer. En este máster se combinan clases teóricas con prácticas en despachos de abogados o instituciones jurídicas, y es frecuente que los estudiantes escojan itinerarios o prácticas orientadas al Derecho Civil si esa es su área de interés. Durante este período, se familiarizan con procedimientos judiciales relacionados con conflictos civiles y adquieren experiencia directa en la aplicación práctica de la normativa civil.
Una vez superado el máster y el examen oficial de acceso a la profesión, los abogados pueden empezar a ejercer y, si desean especializarse en Derecho Civil, suelen buscar empleo en despachos que se dediquen principalmente a esta área o bien comienzan a trabajar de forma autónoma asumiendo casos civiles. Con el ejercicio profesional, van profundizando su conocimiento en aspectos específicos, como divorcios, herencias, reclamaciones de cantidad, arrendamientos, propiedad horizontal, entre otros.
Además, muchos abogados optan por realizar estudios de posgrado o cursos de especialización en Derecho Civil para afianzar sus conocimientos. Existen másteres, diplomas y seminarios que abordan áreas concretas del Derecho Civil, como el Derecho de familia, el Derecho de sucesiones o la contratación civil. Estos estudios permiten estar al día con la evolución de la legislación, la jurisprudencia y la doctrina, y otorgan un valor añadido a la práctica profesional.
Otro aspecto clave en la especialización es la formación continua. Dado que el Derecho está en constante evolución, los abogados especializados en Civil asisten con frecuencia a congresos, jornadas, cursos de actualización y lecturas especializadas. También es común que pertenezcan a asociaciones profesionales o secciones de los colegios de abogados centradas en esta área.