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La preocupación por tener los dientes blancos.

Los dientes van perdiendo el tono con el tiempo. Es algo natural. En ello influyen los hábitos de higiene bucal y la alimentación. Vicios como fumar o beber café acelera su degradación. Vernos con los dientes turbios, amarillentos o con manchas, que no se van con el cepillado, afectan a nuestra autoestima. Aspiramos a recuperar una sonrisa radiante.

Abordaremos este interés estético dándole una perspectiva histórica y social, para después valorar los tratamientos más efectivos para lograr esa dentadura de la que nos sintamos orgullosos.

Para empezar, hay que señalar que la preocupación por la blancura de los dientes no es algo nuevo. La página web Qué Leer nos habla de “Berenice”, un cuento que publicó Edgar Allan Poe en 1831 que manifiesta la obsesión por los dientes.

En plena época victoriana, el joven Egaeus sufría un trastorno de la conducta que le llevaba a vivir recluido en una biblioteca. Pasaba los días devorando libros, ensimismado en sus pensamientos, alejado del mundo. Sentía atracción por su prima Berenice. Una chica vital, extrovertida, lo contrario a cómo era él.

Berenice, de manera inesperada, contrajo una enfermedad degenerativa que empezó a consumirla física y emocionalmente. Su aspecto quedó demacrado y perdió tanta energía que no podía levantarse de la cama. Egaus aprovechó el momento para manifestarle su amor a la joven y pedirle matrimonio. Ella sonreía, casi sin fuerza, escuchando la declaración de su primo. Egaus, en aquel momento, se quedó absorto mirando sus dientes. Tan blancos, tan resplandecientes. Parece como si fuera la única parte del cuerpo de la chica que no había sucumbido a la degeneración.

La imagen de los dientes de la joven empezó a ocupar sus pensamientos. Eran como perlas extraídas de la profundidad del océano. Poderosos objetos magnéticos que despertaban su deseo. Aquella obsesión malsana llevó a Egaus a cometer acciones inconfesables, de aquellas que un hombre se lleva consigo a la tumba en silencio.

Lejos de esa obsesión enfermiza, la preocupación por la blancura de los dientes sigue hoy muy presente. Juan Alonso, un hombre canario de mediana edad, nos comenta como ha pasado mucho tiempo avergonzado de su dentadura. Era tal el caso que evitaba sonreír. En todas las fotos parecía un hombre serio, cuando en realidad era una persona jovial y dicharachera. Las antiestéticas manchas que habían aparecido en sus dientes incisivos afeaban de sobremanera su rostro. Aquello le había agriado hasta el carácter.

Intentó varios remedios para eliminarlas, pero no había manera. Hasta que un día acudió a HQ Tenerife, una clínica dental situada al sur de la isla, y tras someterse a un tratamiento de blanqueamiento dental, recuperó la autoestima perdida. La alegría regresó a su cara.

Una preocupación histórica.

Dicen los historiadores que el interés por tener los dientes blancos se remonta a la antigüedad. Los antiguos egipcios utilizaban métodos para blanquear los dientes como mezclas de vinagre y pumita.

En la antigua Roma se valoraba mucho tener los dientes blancos y brillantes. Los romanos utilizaban orina para blanquear los dientes, ya que contiene amoníaco, un compuesto que ayuda a eliminar las manchas.

En la edad media se descuida un poco más la estética dental, hasta que con la llegada del renacimiento, en Italia, se populariza el empleo de cepillos de dientes y el uso de bicarbonato sódico como método de blanqueamiento.

En el siglo XVIII, en la corte del rey Luis XIV de Francia, el Rey Sol y de Catalina la Grande, de Rusia, se extiende el uso de peróxido de hidrógeno, agua oxigenada, para blanquear los dientes. Los nobles de la época se enjuagaban con este líquido la boca, para después escupirla.

Hay que esperar al siglo XX, después de la primera guerra mundial, para que se empiece a comercializar las primeras pastas dentífricas.

La influencia de la publicidad.

Especialmente, después de la segunda guerra mundial, la publicidad marca los cánones de belleza dominantes. En eso Estados Unidos se pone a la cabeza. Al tiempo que difunde el modo de vida americano, el “American Way of life”, comercializa por todo el planeta productos para imitar esa imagen.

A finales de los años 70 y principios de los 80, se impone la estética californiana. Jóvenes de raza caucásica, delgados, atléticos, con el cuerpo definido y con un ligero bronceado. Difunde que cualquier persona puede tener ese aspecto. Para ello inventa el “Aerobic”, una tabla de ejercicios aeróbicos que se practican con música animada de fondo. En su popularización cumple un papel importante la televisión, con programas matinales como el que presentaba Eva Nasarre en España, y los cursos en video VHS, protagonizados por una Jane Fonda de 40 años, que pasa de ser el icono de la lucha contra la guerra del Vietnam para convertirse en el emblema de la vida sana.

Cualquier persona, practicando ejercicio en el salón de su casa, media hora al día, frente al televisor, puede tener un físico estupendo. Después de aquello llegarán la moda de los gimnasios, las cabinas de rallos UVA y las clínicas de medicina estética. Invirtiendo tiempo y dinero, todos podemos lucir siempre jóvenes y acordes con los cánones estéticos imperantes.

En esta tendencia estética, desde luego, es importante la dentadura. Los modelos publicitarios que salen en los anuncios de televisión, cuando sonríen, lucen una dentadura resplandeciente, que parece que la luz se refleja en los dientes. No es que estén blancos, es que brillan como si fueran diamantes.

Esto desarrollará tras de sí toda una industria cosmética destinada a alcanzar la imagen perfecta, mitigando los efectos del tiempo. Tienes un producto para cada área. Cremas antiedad para el rostro, geles para adelgazar, cremas dentífricas blanqueadoras, etc.

Desarrollo de las pastas dentífricas blanqueadoras.

La preocupación social por tener una dentadura blanca lleva a las principales marcas de dentífricos a desarrollar una gama de cremas blanqueadoras. Los expertos siempre las han puesto en cuestión. Tal y como nos informa elDiario.es, en el 2017, la O.C.U. (Organización de Consumidores y Usuarios) propuso al gobierno que se prohibiera su venta por publicidad engañosa.

La O.C.U. sometió a 30 voluntarios a un experimento en el que probaban, varias veces al día, cremas blanqueadoras de 15 marcas distintas. Tras utilizarlas durante varios meses, el nivel de blancura alcanzado en los dientes según la escala de color de piezas dentales Vitepan era casi inapreciable y, desde luego, muy inferior a lo que señalaba la publicidad.

Se ha demostrado que estas pastas dentífricas especiales, en el caso de que nos cepillemos los dientes después de cada comida o después de beber café o vino, previene que aparezcan nuevas manchas, pero no alteran el tono de nuestros dientes de manera significativa.

Otro aspecto a destacar es que gran parte de estas pastas contienen componentes abrasivos que van desgastando el esmalte dental y llegan a afectar a la pulpa del diente. Es habitual que en ellos aparezcan microplásticos que erosionan la capa exterior de los dientes y que, en el caso de que permanezcan en nuestra boca, son ligeramente tóxicos.

En algunas pastas blanqueadoras se ha descubierto un componente llamado Lauril Sulfato de Sodio, que altera las proteínas de la placa bacteriana.

Tratamiento en clínica.

Si optamos por blanquear nuestra dentadura, la mejor opción es asistir a una clínica dental. Si bien se trata de un tratamiento estético, los odontólogos priman la salud de nuestra boca sobre la apariencia física.

Esto se ve en la sustitución de los blanqueamientos por láser por los blanqueamientos por led. Hace unas décadas se desarrolló el blanqueamiento por láser, que se aplicaba, durante unas pocas sesiones, en las clínicas dentales. Era lo más parecido a un blanqueamiento instantáneo. El efecto era evidente desde la primera sesión. Sin embargo, la comunidad internacional de dentistas pronto se percató de que era un método invasivo que desmineralizaba el esmalte dental. En poco tiempo se tomó la decisión de sustituirlo por un haz de luz led. Aunque este sistema era un poco más lento, resultaba menos dañino para los dientes. Con alguna sesión más se lograban los mismos resultados.

No existe un límite oficial establecido de tratamientos de blanqueamiento dental. Los odontólogos aseguran que lo importante es hacer un análisis de la dentadura del paciente, y a raíz de ahí, valorar cuál es el tratamiento más adecuado. Pueden ser varias sesiones de blanqueamiento led en la clínica, o un tratamiento ambulatorio que el paciente realizará en su casa, colocándose el producto que le ha recetado el dentista y protegiendo los dientes con una férula plástica, siempre bajo la supervisión del profesional.

Todos los odontólogos aseguran que el tratamiento no es permanente, pero siempre darán una serie de consejos al paciente para hacer que sus efectos se prolonguen el mayor tiempo posible.

El dentista tendrá en cuenta las expectativas del cliente. El nivel de blanqueamiento que quiere alcanzar y propondrá el método más adecuado para obtenerlo, pero siempre mirando porque los dientes del paciente continúen sanos y fuertes.

En la preocupación por tener unos dientes blancos, desde luego hay un condicionante social, pero lo importante es que nos veamos a gusto con nuestra dentadura.